Arturo Palomino
Mis historias


"La Casona de la Esquina"
Prólogo
Algunas historias contadas por otros, tienden a tener un específico orden cronológico. La mente tiene con certeza, la posibilidad de viajar del pasado al futuro recreando el presente, en menos tiempo, que aquel que utilizamos para pestañear. Los segundos no existen si la mente viaja a su propio ritmo como ella específicamente quiere, sin orden ni tiempo, solo debemos dejarla viajar y junto a ella, trasladar nuestro cuerpo. Nuestra mente puede ser capaz de muchas cosas, o en algunos casos de absolutamente nada. Somos fuerte, verdaderamente fuerte, y más débiles de lo que realmente en algún momento nos pasa por la mente. Solo que nos llega tarde esa sabiduría, que acumulamos con los años de experiencia, justo ahí, cuando queremos saborear el verdadero dulce de la vida, detenida y lentamente, con mucha calma y aparentando todo el tiempo que nos queda por continuar saboreando. Es mejor pensar en ese momento específico del verdadero sabor de la vida con el recuerdo del pasado, que saborear ese dulce, sin saber a que sabe el pasado. Se puede llegar a morir, si sabes de alguien querido que muere sin saber su verdadera razón, se muere también cuando no tienes razón para seguir viviendo y si no sabes tu razón y la del ser querido, con toda seguridad es mejor morir.
Tiene mas sentido saber el origen de alguna realidad o suceso específico, que continuar por el resto de la vida, mordiendo el sabor de la irrealidad vivida. Si el mar siempre va y viene con sus milagrosas olas en la orilla, no muere nunca, se transforma y organiza nuevamente su nuevo movimiento, deberíamos saber que al movimiento de nuestra vida, siempre va y viene, de ese pasado hasta el verdadero presente que intentamos vivir como futuro.
El encantador sabor de la vida, si se disfruta desde siempre, cuando nos llega su último sabor, no debemos preocuparnos de que sea el último, mas bien debemos cerrar los ojos y recordar el sabor que siempre estuvo presente. Si se pone un buen rumbo con el horizonte por delante, se podrá ver con claridad, como algunas olas pueden llagar a mojar las nubes…
…y un buen día aquella mujer dejo de ser verdaderamente ella, se pudiera decir que estaba volviendo a nacer con otra mente en el mismo cuerpo. Comenzaba a ser lo que siempre quiso ser, una mujer con todas la fuerza de dominar su pasado y enfrentar con la frente en alto, cualquier camino por borroso que pueda ser…
…algunas horas pasaron, quizás mas de cuatro o cinco, pero habían sido lo suficiente como para que Isabela se despertara como si hubiese dormido toda la noche como para levantarse, Aquello le sucedía con bastante frecuencia y en muchas ocasiones hasta se disgustaba con ella misma. En días donde no tenia compromiso alguno de despertarse temprano, el reloj biológico del cuerpo le hacía abrir los ojos y los desvelos eran muy frecuentes.
Justo ahora dio un nuevo giro en la cama, intento acurrucarse nuevamente en aquella sabana pero fue inútil. Miro su reloj de pulsera sobre la mesita y tan solo eran las 3:00 de la madrugada. Mucho le faltaba por dormir pero decidió levantarse y cerrar las puertas del balcón, el fresco se dejaba sentir muy frio y quizás aquello no le dejaba conciliar el sueño. Se sentó en la cama, miro la carta que había escrito y la cruz de madera sobre su cabecera, no se encontraba en el lugar de siempre. Algo le revolvió el estomago. Un sabor muy desagradable le llegó a la boca, más bien tenia deseos de vomitar. De pronto y movida como si fuera un juguete que le hubiesen dado una cuerda muy rápida, miro al balcón y vio lo que por mucho tiempo nunca mas quería recordar. En el aire, flotando sobre un montón de basura acumulada por el tiempo pasado, pudo ver la silueta de aquella sotana de color rojizo, deshecha y harapienta del párroco Maximiliano. Isabela se detuvo frente por frente al balcón, tan solo unos pasos la separaban de aquel espacio como para ver, que dentro de aquella capucha se encontraba la imagen del rostro de Yakuro. Quiso lanzar un grito y no le salió sonido alguno, era como si el aire le faltase. Tan solo escuchaba en su interior como la voz de aquel hombre de color café, la invitaba a que saliese junto a él y en el aire directamente por el balcón. Ella no escuchaba sonido alguno, tan solo era en su interior que aquel mismo metal de voz, le acaricia todo el cuerpo. Aquello la estaba confundiendo. Se sintió muy atraída y dio un par de pasos, cuando noto que al extender aquellos brazos con los harapos de sotana que llevaba, salieron unas lengüetas de llamas que la sorprendieron y la hicieron dudar. Ella también utilizó su mente para comunicarse con aquella imagen que llevaba en su interior el rostro de Yakuro. Aquel ser, tenía la posibilidad de transformase en cualquier cosa que quisiese.
- ¡Ven tu hacia mi! - le dejo saber Isabela con firmeza - …no te quedes ahí flotando en el aire…- le repitió varias veces y fue entonces, cuando le pregunto con cierta burla.
- … ¿o es que acaso…no puedes entrar aquí por la protección que todos tenemos? - le dijo mientras recogía del suelo la cruz de madera que se encontraba en el piso a los pies de ella.
Aquello cambio el curso de las acciones dramáticamente. Isabela tenia ahora el poder en sus manos y tomo las riendas de aquella batalla espiritual y mental El rostro que se encontraba debajo de aquella capucha, dejo de ser Yakuro y se transformo en el malvado párroco Maximiliano.
- ¡No te escaparas esta vez! - y ella sintió en su mente que aquella voz, mas que un mandato, era un ronquido ensordecedor en forma desordenada y caprichosa.
Ella avanzó muy decidida y confiada de lo que estaba haciendo, la cruz de madera que llevaba en su mano derecha en señal de victoria, la guiaba hacia el balcón como si fuese una poderosa espada en plena batalla contra su enemigo. Una ráfaga muy poderosa de aire caliente entro en la habitación e hizo que la carpeta que ella tenia sobre la mesita de noche, volara por el aire dando un remolino que todo lo quería arrastrar a su paso. Como si fuese en cámara lenta en una película, ella dirigió la mirada a todos aquellos papeles y observo como la carta de amor que había escrito la noche anterior, aquella imagen que siempre la aterraba, intentaba llevársela. En un gesto desesperado cuando todos aquellos papeles volaron por su cabeza, cambió la cruz de dirección y como si tuviese un poderoso imán, atrapó la carta de amor de entre todos los papeles. Fue entonces cuando ella, tomó la carta en la otra mano y le dijo con la mente muy fuerte en las acciones que estaba dando,
- ¡Apártate de mi y de todo lo que quiero! - le ordenó con un gesto bien poderoso empuñando aquella cruz y avanzando, lenta pero mucho mas decidida hasta el mismo balcón junto a una poderosa luz que emitía la cruz.
- ¡Fuera de aquí en nombre de esta cruz! - repetía una y otra vez en su mente Isabela.
- ¡Fuera de aquí en nombre de esta cruz!, ¡Fuera de aquí en nombre de esta cruz!-
En aquel momento que pronuncio aquellas palabras, un rugido estrepitoso se sintió en las afuera del balcón y ella pudo ver muy claramente como una nube muy iluminada como en pleno día, se llevaba aquella túnica harapienta de color rojizo y apestosa como el azufre.
Para continuar con esta historia, ir a "CONTACTO", envíe un mensaje y le responderé con el resto, gracias por su tiempo y apreciación.