Arturo Palomino
Mis historias

Relatos cortos erótico
Según la Real Academía de la Lengua Española, "Sicalipsis"es:
Malicia sexual, picardía, erotismo, sensualidad, obscenidad, amor, pasión, voluptuosidad, lascivia, sensualidad, libídine, libido, morbidez, concupiscencia.
Concupiscencia: En la moral católica, deseo de bienes terrenos y en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos, impudicia, libídine, lujuria, ninfomanía, obscenidad, pasión, pornografía, voluptuosidad.

Mi vecina "Estelita"
Mientras transcurría aquel tiempo, debí de haber tenido unos 12 años y entre las chicas de mas o menos esa edad, no había muy buena opción, además, a esa edad la mente la tienes mas en los juegos callejeros y no se piensa mucho en las chicas del barrio. De todas maneras, la muchacha hermosa de toda la “Loma”, era sin lugar a dudas Estelita, al menos para mí y el grupo de amigos que siempre intentábamos mirarla de reojo cuando salía en las tardes de la cuartería. Fresca y acabada de bañar con el pelo algo mojado, talco en su cuello y un olor a colonia barata que dejaba un ligero aroma en el ambiente al pasear por aquella acera, o al cruzar la calle y sentarse en el murito de la casa de Martha. Realmente casi siempre todo aquel grupo nos sentábamos en la sala de mi casa a disfrutar de los muslos de Estelita cuando cruzaba sus piernas.
La familia de Estelita era numerosa y vivían en la parte donde los cuartos eran dobles. La madre se llamaba como ella Estela, y también vivían allí tres nietos. Estelita tendría unos 18 años y realmente tenía unas proporciones espectaculares y un rostro siempre sonriente y provocador. El comentario de la barriada era que la vieja Estela, había sido en sus buenos tiempos algo ligera de cascos en su vida personal y que su hija mayor (que no vivía en aquel lugar), había sacado las mismas ligerezas de la madre.

"Por tu culpa"
Haber hecho el amor desordenadamente con mí esposa la noche anterior, dio paso a un ciclo de lujurias imborrables.
La mañana comenzó como de costumbre. Ella al levantase, deja ese perfume que me acaricia mientras intento despertar con el recuerdo de la cabalgata anterior. Esa que ha despertado una nueva inquietud como en aquella juventud diaria. No es por su perfume siempre cautivador, definitivamente es ese olor a cuerpo de hembra, a mujer deseada aun sin estar presente. Es ese olor que ha quedado en nuestras sábanas, lleno de caricias, besos, un sin número de quejidos y suspiros arrebatados de nuestros íntimos deseos, me hace buscar su espacio y llegar a pensar que se encuentra debajo de mi cuerpo que no se calma, más bien se agita y vuelve a suspirar.
El aroma del café mañanero, invade todo nuestro espacio. Me he perdido el agua fresca que cae por todo su cuerpo cuando se ducha. Generalmente la sorprendo cuando abro un poco la cortina de baño que nos separa de ese instante. Un placer por otro no importa siempre que ella esté presente en mi mente, desnuda, rozagante, vigorosa y hambrienta de mí en todos sus sentidos. Un giro violento en la cama me recuerda que puedo verla justamente al salir de la ducha. Llegué tarde. Con el paño de siempre, de tela suave y delicada, de múltiples colores, humedecido y pegado a su cuerpo que nunca seca, pasa del baño a la cocina. Qué pena perder ese momento, luego recuerdo el aroma de las sábanas y me calmo un poco.
Antes de disfrutar de ese “néctar negro de los dioses blanco”, como dicen en mi tierra, me acerco como felino en busca de su presa, ella lo sabe y me espera, con esa espalda llena de gotas
de agua del baño que perdí. La abrazo fuertemente y mis besos acompañados de tiernas y ligeras mordidas, recorren todo su cuello y parte de su espalda. Ella emite un suspiro que con seguridad le brota de abajo de su cintura. Gira, escalofriante abrazo de frente, hace que el primer beso esté mezclado con ese aroma a café criollo, que parece haber entrado ya en nuestras lenguas y paladar matutino.
El tiempo está en contra nuestra, apenas tenemos unos minutos para disfrutar del café y con premura se me escapará a su trabajo que la torturará por alguna horas. Nos quedamos con algunas ganas de todo, pero bien valdrá la pena esperar por una nueva noche cuando regrese a casa por la tarde.
A pesar del calor del café, a cierta distancia uno del otro, la calma vuelve a nuestras miradas. Un suspiro de relajación hace el final triunfal. Me quedo solo en mi butacón preferencial, pensando en su cuerpo todavía húmedo mientras ella, en el cuarto se viste en silencio. No espero a la noche y olvido el tiempo del que disponemos. La observo jadeante por entre medio de la puerta algo abierta. La sorprendo como tantas otras veces, justamente en el momento que deja caer aquel paño humedecido y la tomo nuevamente por la espalda, pero ahora si desnuda, muy limpia inclinándola mansamente sobre la cama, dejando al descubierto todo aquello que disfruto mientras nuestros suspiros van y vienen, al ritmo de los deseos, observándonos mutuamente por el espejo de nuestro cuarto. Fue rápido, corto pero profundo, muy profundo, dejando escapar algunas frases que quizás despierten al vecino o transeúnte cercano. Se vistió apresuradamente, mientras yo sobre la cama, continuaba observando sus detalles íntimos. Un sencillo beso de despedida me dejó culpable de haberla demorado un poco, pero antes de salir al mundo diario, un guiño malicioso de su parte, dejó la puerta del deseo abierta para la tarde. Solo el aroma de mi hembra y el sonido de sus suspiros, quedarán en mi recuerdo todo el día, claros y profundos.
Lamento mucho esta distancia, que a pesar de ser muy poca, no me deja tocarla debajo de sus ropas. Justo ahí, donde están sus carnes ya maduras y llenas de experiencias diarias. Pasé rato, solo, sobre nuestras sábanas, apretando su almohada entre mis piernas.
Un nuevo sorbo de café, me calma un poco y al escuchar su voz por el teléfono, sé que ya se encuentra bien a pesar de saber que está distante.
El día transcurre entre estas líneas y el olor que continúa todavía entre mis manos, después de haberla llevado con mis riendas y sus caderas dislocadas hasta el abismo infinito de los deseos.
La mañana se alejó sin darme cuenta y luego de los bocados necesarios de mi almuerzo, el sueño quiso aturdirme levemente. En la mente el olor de aquellas sábanas me fue llevando hasta el cuarto y para no aturdirme nuevamente quité apresuradamente aquellas sábanas y sus fundas donde siempre reposamos la esperanza. Realmente no quería hacerlo, pero el deseo de esperarla nuevamente con la cama vestida de limpio, despejada y olorosa con su colonia preferida, me llevó hasta la lavadora. Lo demás lo dejé al paso del ritmo de aquella máquina circulando de derecha a izquierda como sus piernas cuando me abrazan sin poderme escapar. La mezcla del agua, el detergente y los olores más profundos de aquellas sábanas, hicieron que me dislocara nuevamente y pasé a la bañera, donde ella en la mañana quedó al desnudo frente a la refrescante ducha de mis amores. Todo pasó rápido y doloroso sin ella presente. Fue directo como aquella lucha de espalda antes de marcharse, pero en silencio y con mis manos sin su cuerpo.
La cama quedó tendida nuevamente esperándola, con ambiciones y malicias entre mi mente y el recuerdo. Todo dispuesto, premeditado con mucha pasión y ternura a la vez.
La espero como cada tarde, con música suave, velas e inciensos algo afrodisiacos, una copa de vino tinto y una rosa junto a su copa, con una frase refrescante para comenzar la noche. Te amo, te quiero y te deseo entre medio de todas mis ideas, esperanzas, aventuras que dejo por escrito a los que puedan leer entre líneas de nuestras sábanas húmedas y olorosas de nuestro amor de siempre.
Para continuar con esta historia, ir a "CONTACTO", envíe un mensaje y le responderé con el resto, gracias por su tiempo y apreciación.